Hija de un torero apodado “Galleguito”, procedía de la compañía teatral de Concha Catalá. Era bellísima y consiguió encandilar al público masculino pese a su escasa voz y su menudo físico.
Encumbró su carrera dentro del género frívolo gracias al cual consiguió una notable popularidad debido a su intervención en revistas como El último güito (1950) de José Manuel Iglesias y Fernando García Morcillo, Las alegres cazadoras (1950) de Tejedor y Fernández de Sevilla con partitura de García Morcillo donde hacía las delicias del público asistente mientras entonaba un pegadizo fox vaquero y ¡Hola, cuqui! (1951) con libreto de Luis Tejedor y partitura del maestro Moreno Torroba, entre otras.
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