De familia modestísima (su padre era albañil), cantaba desde muy niño en fiestas y en las tabernas de su pueblo. Conoció los cafés cantantes del Madrid de la post-guerra, cuando, por un duro, los clientes tomaban café y asistían a un espectáculo de variedades, tiempo en el que grabó sus primeras canciones, a razón de doscientas pesetas por cada cara del disco.
Tomás cantaba Malvaloca y otras piezas aflamencadas. Y en los años cincuenta hizo dos versiones muy personales y acertadas de Doce cascabeles y el Romance de la Reina Mercedes. Recreó otros títulos popularizados por Juanita Reina y Conchita Piquer, convirtiéndose en un cancionero muy conocido, si bien de segunda línea, aunque tuviera excelentes condiciones para el cante y la copla.
Terminó su vida regentando una modesta pensión en el barrio madrileño de Chamberí, falleciendo en la capital de España el 4 de marzo de 1993.
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